El mundo del mañana, para los jóvenes de hoy
¿Tienes el hábito de leer tiras cómicas? Porque yo sí. De hecho, a mi me gusta mucho leer Mafalda. Si la conoces, ¡felicidades!, si no la conoces ¿qué esperas para goglearla?. Esa pequeña bola de rebeldía solía tener la razón en lo que decía. Palabras más, palabras menos, en una tira cómica dice “resulta que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno”.
De todas las tiras que Quino escribió, esa es la que más retumba en mi amor propio. A nadie le gusta reconocer que ha sido integrado al sistema. A nadie le gusta reconocer que uno ha encontrado confort en las mismas ideas que antes repudiaba.
A nadie le gusta ser vencido. Y menos le gusta reconocerlo.
De ahí viene la importancia de apostarle a la juventud. Es a través de sus ojos que uno puede y debe de evaluarse constantemente. Incluso el diseño más clásico de la Grecia comenzó siendo transgresor de las reglas previamente establecidas.
Algo que se nos olvida a los que tenemos bastante tiempo acumulado de vivir es que, lo que para nosotros fue novedoso, para la siguiente generación es ordinario. Mientras mi generación creció con la última gran crisis que ha sufrido nuestra adolorida nación (la de 1994 y el error de diciembre), los actuales jóvenes han crecido en una narración de administraciones panistas y peñanietista.
Bien dicen que aquél país que no conoce su historia, está condenado a cometer los mismos errores. Y si los jóvenes que aspiran a tomar decisiones no estudian nuestra historia, cometerán nuestros mismos yerros.
Según el IMJUVE y SEDESOL (instituto de la juventud y secretaría de desarrollo social, respectivamente), se sigue siendo joven hasta los 29 años de edad. Diría mi abuela, en paz descanse, que a esa edad ella ya tenía y mantenía 6 hijos. Según yo, a los 29 años uno ya debería ser capaz de tomar decisiones maduras, pensadas y en consecuencia de lo que uno aspira a lograr.
Sin embargo, en este mundo consumista (maravillosamente consumista) en que vivimos, la mayor duración de la juventud se ha convertido casi en un sinónimo de procrastinación.
Las nuevas generaciones suelen ser formadas con dos bases: la formación recibida por las generaciones anteriores y la rebeldía en contra de ellas. La revolución sexual fue un movimiento encabezado por jóvenes que estaban inconformes con la generación de las post-guerra mundial, y cambiaron el mundo en formas que ahora podemos disfrutar y reconocer como un gran avance, pero luego sus hijos cambiaron el mundo que los padres les habían establecido.
Hablar de los jóvenes de hoy y del mundo de mañana es reconocer la constancia del cambio y la mutabilidad de nuestra realidad. Citando al ídolo de las multitudes, lo que un día fue, no será.
Los jóvenes que quieren ser líderes deben detectar aquellas cosas que están bien y hay que preservarlas, protegerlas y mejorarlas. Hay instituciones, valores, principios y montones de cosas que los que estuvieron antes que nosotros hicieron bien. Sin embargo, también deben ubicar aquellas cosas que han terminado su ciclo, que han sido superadas por la realidad o que, simplemente no están bien.
Hablando de términos sociales, hay que recordar que hace no mucho tiempo todavía se les pedía a las mujeres que demostraran que no estaban embarazadas antes de ser contratadas; que las mujeres no podían votar o ser votadas, que el divorcio era un estigma social y no una resolución a un mal matrimonio, que la información era transmitida por un solo canal (el de las estrellas) y que lo que el presidente de la república dijera, era dicho para ser aplaudido y no cuestionado.
También se acabó la era de la opacidad, de los medios de comunicación tradicionales, de las verdades absolutas, de las enciclopedias anuales, de las películas originales. Se acabó mucho y también ha nacido otra era.
Ahora, estamos hiperconectados, ultravigilados, megasupervisados. Hemos reconocido el valor de nuestra información personal y aún así, se la regalamos a cuanta red social nos la pide. Conocemos la importancia de la autodeterminación pero estamos gustosos de permitir que nos digan qué es lo que nos gusta y cuándo nos deja de gustar (cof, cof, iphone, cof, cof!).
Quien aspire a liderar, debe tener una visión integral de lo que hasta ahora ha funcionado y lo que no; debe tener apertura a reconocer que no posee la verdad absoluta y que toda historia tiene, al menos, dos versiones; debe abrazar el cambio como una constante y reconocer que nadie puede ser experto en todo; debe tener la humildad suficiente para decir “lo lamento” o “tienes razón”; deben tener visión de futuro y saber combinar la necesidad de tener estacionamientos con tener áreas verdes (por ejemplificar algo).
Quien aspire a liderar debe entender el ritmo en que funciona el mundo hoy día y la necesidad de adaptar los proyectos que han funcionado en otros lados o en otros momentos; también debe entender que todos los sistemas están diseñados para perpetuarse y que eso no significa que sea lo que mejor le funciona a la mayoría.
Quien aspire a liderar debe caracterizarse por poseer una sensibilidad ante las necesidades ajenas a las suyas, pero el corazón lo suficientemente fuerte para tomar las decisiones que hacen falta.
Quien aspire a liderar debe saber seguir, pues solo así será capaz de entender la frustración que sienten aquellos que no comprenden las decisiones de un líder.
El mundo de mañana no le pertenece solo a los jóvenes de hoy. Nos pertenece a todos y entre todos lo construimos. Quien aspire a liderar debe responder dos sencillos cuestionamientos
¿qué clase de sociedad quiero para desarrollarme?
¿qué mundo estaré dejando para aquellos que vendrán a sustituirme?
Es así de simple. Y eso es lo que lo que hace endemoniadamente difícil.
Saludos!